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miércoles, 20 de julio de 2011

Nervios, miedo e ilusión

¿Cómo os sentiríais vosotros si el sueño que habéis estado anhelando durante más de siete años estuviese a punto de hacerse realidad?

La verdad es que es un sentimiento difícil de explicar con palabras. Hay una infinidad de sentimientos que recorren mi cuerpo ahora mismo, entre los cuales se encuentran los que dan el nombre a esta entrada. Estoy muriendo de nervios. Tengo miedo. Pero sobre todo, estoy ilusionado por poder conocer por fin el país. Tengo nervios a causa de la ilusión y del miedo. Tengo miedo por un montón de motivos y preocupaciones que surgen en mi cabeza poco antes de que todo se vuelva real: falta de confianza en mí mismo, el verme incapaz de comunicarme con la gente allí, miedo a quebrantar alguna de las múltiples normas de conducta y quedar mal, parecerles aburrido, etc. Son taaantas las preocupaciones.

Sin embargo, a lo largo del día, este nerviosismo y este miedo han ido cambiando un poco. Anoche y esta mañana me encontraba agitado a más no poder. Pensaba que el corazón se me iba a salir del pecho, y el miedo aumentó al máximo. Empecé a emparanoiarme con miles de cosas, y me puse a pensar en negativo.

El avión lo cojo mañana, pero prefería venir a Madrid un día antes y pasar aquí la noche en un hotel, con mis padres y mi hermana (y es desde donde estoy escribiendo ahora), para ir mañana con tranquilidad al aeropuerto de Barajas, y tener tiempo de preocuparme por las mil cosas de las que tendré que ocuparme mañana. Cuando entré en el coche para venir hacia acá, estaba paranoico, nervioso, asustado, con ganas de salir corriendo. Cuando llegué a Madrid me encontraba mucho más calmado, recuperé la confianza en mí mismo, me convencí de que me lo iba a pasar genial, y de que no tenía nada que temer. Realmente, cualquier persona pensará que estoy un poco loco: "Este tío está a punto de cumplir su sueño, DE IR A JAPÓN (mucha gente apasionada por Japón remarcará), ¿Y LO ESTÁ PASANDO MAL?". Pues lo estaba pasando mal. Y en verdad es una sensación difícil de explicar, y tampoco quiero aburrir a la gente que esté leyendo el blog. No quiero espantar a nadie antes de llegar a Japón y de empezar a hablar de lo realmente interesante. Pero en fin. Ya estoy calmado (aunque probablemente mañana vuelva el ataque de nervios).

El hotel en el que nos alojamos.

Llegamos a Madrid. soltamos las maletas en el hotel y me fui con mi madre a dar una vuelta por el centro, porque había algunos regalos más para la familia que quería comprar. Lo de los regalos es gracioso. Muy gracioso. Llevo media despensa de comida española: jamón ibérico de pata negra, queso, turrón, picos de pan, garrapiñadas, pipas de girasol... Y además de eso, un montón de regalitos chorras. Pero un montón. Además, iba a llevar tres botellas de vino para que los japoneses pudiesen degustarlas, pero me enteré después de que, al no tener 20 años, no me dejan pasar alcohol por la aduana (aunque yo sea un adulto hecho y derecho en mi país de origen). Eso fastidió mucho a mi madre, así que se puso el modo compensar por lo de los vinos ON y nos fuimos de compras, buscando más chorraditas. Si yo creo que con una despensa de productos españoles, aunque faltase el vino, ya serían felices. Pero bueno.

Para ir al centro desde el hotel fuimos, por supuesto, en metro. Me encanta ir en metro. La gente que esté acostumbrada a usarlo tal vez lo encuentra ya cansino, pero como yo vivo en un pueblo, o, como mucho, en una ciudad sin metro, pues lo flipo cada vez que lo uso (tal vez exagero un poco). Pero lo cierto es que me parece uno de los inventos más prácticos y cómodos del ser humano. Y además es fácil de usar, y se aprende con tan solo montar una vez. Aunque ya aprendí a montar en metro cuando estuve en Santiago de Chile. En el centro compramos lo que faltaba para que los regalos terminasen de ser excesivos, tanto que me diese apuro darlos. Pero bueno. Luego nos fuimos a dar una vuelta por Madrid, volvimos al hotel y me puse a escribir.




Ah, sí. En el mercado de la última foto, no conforme con irme a Japón al día siguiente, me compré algunos California roll de sushi en un puestecillo de comida japonesa, y que la verdad es que estaban buenísimos. También pedí dorayaki, pero no les quedaban (¡Y me alegro! No hay que ser tan ansias. ¡¡Así los pruebo por primera vez donde tengo que probarlos!!).




Mi hermana comiéndose la última pieza de sushi.

Mañana me espera un largo, largo viaje. Así que lo mejor que puedo hacer es acostarme ya y seguir ilusionado por mi sueño, que ya mismo dejará de serlo.


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